Conversamos con el artista plástico Samuel Baroni quien nos recibió en su espacio más íntimo, su casa, para conocer sobre sus proyectos artísticos y arquitectónicos más recientes. Trabaja todos los días en su serie El bosque: concierto campestre que se basa en una crítica del hombre en su relación con la naturaleza.
Por Yelitza Méndez García.
“Cuando hablamos de arte no nos referimos a lo bello, el arte va mucho más allá. Nos debatimos entre muchas emociones, en su mayoría muy fuertes; yo lo llamo la lucha entre ángeles y demonios. Cuando hacemos arte, liberamos las energías necesarias para llevar a cabo el esfuerzo creador, y así darle forma concreta al pensamiento que le permita al hombre alcanzar el equilibrio entre el alma y el cuerpo”.
“Se trata de un largo viaje por la interioridad de un ser profundamente sensible, motivado por una enorme carencia que estalla cuando entra en contradicción con un mundo exterior lleno de complejidades”.
Así arranca esta entrevista con un ser resiliente, de gran humildad y generosidad; el maestro y artista plástico Samuel Baroni, quién con casi 76 años de edad, tiene en su haber el reconocimiento nacional e internacional gracias a una cantidad considerable de obras que se pasean por el universo.
Me recibió en su residencia, en Santa Eduvigis. La pandemia lo obligó a asumir una conducta positiva y por estos días, se resguarda en su apartamento, el cual asevera se convirtió en su nuevo refugio artístico. Las obras de grandes proporciones están en su taller ubicado en San Bernardino, y por ahora, aprovecha sus más de cien metros cuadrados para dibujar, pintar, escribir y trabajar en nuevos proyectos.
El planteamiento y el concepto que ahora maneja el maestro se concentran en su nueva producción que corresponden a la serie titulada El bosque, concierto campestre la cual presentaría en el mes de abril de 2020 en el Centro Cultural de la Universidad Católica Andrés Bello, pero que por razones obvias no se pudo llevar.
Baroni, un artista plástico que se reinventa en Pandemia
El artista plástico se reinventó, corrió a la velocidad de la luz y no le quedó otra opción que reestructurar su propuesta, la cual suma aproximadamente 200 piezas de pequeño, mediano y gran formato. Esta vez eligió el monocromo para resaltar sus obras y sabe perfectamente que la sensación que causa en el espectador es de grata impresión. “Está comprobado que la utilización del blanco y negro da como resultado que te detengas a mirar ese cuadro una y otra vez”, dice Baroni.
Los detalles están ahí, encontramos materiales diversos que van desde el uso del carbón y la sal como un elemento muy visible en la muestra, así como también la presencia de la madera y el uso de ramas extraídas de árboles.
Es evidente en la obra de Baroni, que los artistas eligen utilizar blanco y negro por motivos estéticos y por supuesto, emocionales. La continuidad histórica y la diversidad de la técnica monocromática desde tiempos remotos ponen de manifiesto la gran relevancia de este aspecto ahora en el arte contemporáneo.
Apunta Baroni:
«Lo importante de estos objetos es que te recuerdan la capacidad del arte para comunicar. Yo soy un profundo amante de la naturaleza y muy respetuoso de ella, pero esta movilidad, y me apropio de este término que lo tomé de un libro que se llama La movilidad del presente del filósofo Humberto Valdivieso, me entusiasmó a crear unas piezas que también jueguen con esta sociedad digital de la comunicación”.
Baroni, se refiere a la utilización de los nuevos símbolos que surgen a partir del mundo digital y me muestra una pieza llamada La gota, donde se establece la relación entre el mundo digital y el mundo analógico, “mi intención es jugar con esas dos manifestaciones que hablan del pasado y el presente”, enfatiza.
“A esta edad nunca me imaginé que el mundo cambiaría de la forma como lo está haciendo, yo tuve que cambiar. Por ejemplo, dejé de ser analógico para convertirme en un ser más digital y, como dicen por ahí, mejor tarde que nunca. Yo me siento parte de esta transformación digital y siento que, de alguna manera, eso está plasmado en mi propuesta actual”.
La espiritualidad cristalizada en el arte
Las composiciones del maestro Samuel Baroni están muy bien organizadas, se aprecia mucho dinamismo, su energía se regenera, es un artista en su más amplia dimensión que trabaja todos los días y llegó a convertirse en su propio crítico de arte, su avanzada espiritualidad así lo demuestra. “Yo sigo apostando por la naturalidad de las cosas, y estoy seguro que después de las grandes tormentas vendrá la calma”.
“Los cambios se están viviendo diariamente, no están por llegar sino por el contrario, los estamos viviendo y en el arte también se pueden apreciar esos cambios. Yo he tenido que acudir a la técnica del reciclaje, la cual valoro mucho para poder presentar unas obras que estoy seguro son de gran impacto”, puntualiza el maestro.
“Las relaciones hombre – naturaleza – hombre son sumamente desequilibradas y lo hemos podido comprobar en estos meses de pandemia, cuando el hombre dejó de entorpecer el estado natural de las cosas. La ética de la naturaleza es muy bella y genera su propio equilibrio, en ese sentido, el comportamiento del hombre es comparable con el vuelo de las mariposas erráticas que migran anualmente sólo por un día, pues el hombre en ese andar errático genera una alteración en ese orden natural que lo termina contaminando todo. Pues de ahí surge mi serie El bosque, el cual es muy orgánico y tiene su propio ordenamiento, y no aquel establecido por el hombre”, concluye Baroni.
El concepto de la obra inconclusa
Estos meses de resguardo, le permitieron al maestro detenerse una y otra vez para revisar su proyecto expositivo y sus nuevas formas de conexión con el entorno y con el ambiente. Se genera una profunda interrelación de las obras que se van modificando continuamente así como la naturaleza misma.
Se crea además un juego en el pensamiento del artista con la naturaleza; “se trata de mi tránsito por ella, me involucro y me conecto desde el principio y se crea esa analogía con el desierto porque lo primero que se nos viene a la mente es el agua que son los grandes ausentes, que una vez existieron y un día desaparecerán”.
“Partiendo de este principio surge mi interrelación de las obras y sus variaciones y las modifico continuamente; de ahí surge el concepto de la obra inconclusa que se encuentra en constante desarrollo”.
Para finalizar esta entrevista, el artista plástico Samuel Baroni, ganador del primer premio del Salón Arturo Michelena en 1988, y de otros cientos de reconocimientos, podrá exhibir esta gran muestra cuando se restablezcan las condiciones para hacerlo y, me pide que les comparta su cuenta @samuelbaroniart en Instagram la cual evidencia un registro histórico de su obra.
Entrevista por Yelitza Méndez García
Lic. en Comunicación Social UCV. CNP 10.942
Locutora Certificado UCV N° 43.705
Cursante Doctorado en Educación UCAB
Licenciada en Comunicación Social, locutora y cursante Doctorado en Educación UCAB.
Colaboradora y articulista de The Wynwood Times.