Por Miguel Ángel Latouche.
He renunciado a ti
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía
Así escribe Andrés Eloy Blanco la primera estrofa de aquel hermoso poema en el cual describe el dolor asociado de privarse aquello que se ama.
He renunciado a ti, como renuncia
el loco a la palabra que su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos estáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia, soplando los cristales
en los escaparates de las confiterías…
Es para mi gusto junto con aquel extraordinario poema de Benedetti, “la culpa es de uno”, uno de los que mejor describe las penas del desamor o del amor no correspondido.
El exilio está lleno de renuncias
Uno renuncia a lo cotidiano, a la visita familiar, a las tardes en los parques de la niñez, a la presencia cotidiana de los amigos, a las conversaciones con los primos, a la presencia permanente del Ávila majestuoso, al Caribe, a las guacamayas de las tardes caraqueñas.
Como el que ve partir grandes navíos
como rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos bríos
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;
Yo extraño, en particular, el abrazo de mi madre, las conversaciones con mis hermanos, los rincones cargados de recuerdos en mi lejana casa de la infancia y el cariño de la gente de mi pueblo. La maleta siempre va más cargada de recuerdos que de cosas. Los recuerdos vuelan entre sueños y nos traen los olores, colores y sabores que nos son familiares y que hemos dejado atrás sin quererlo.
He renunciado a ti, como renuncia
el loco a la palabra que su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos estáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia, soplando los cristales
en los escaparates de las confiterías…
Renunciar implica un doloroso acto de valentía construido desde el desapego. La valentía de dejar atrás aquello que se ama y que vive en nosotros, que muchas veces define una parte de lo que somos, implica la voluntad de seguir caminando hacia adelante.
Como dice Elvira Sastre: “Una vida sin valentía es un eterno camino de vuelta”.
Mi padre solía decir que “para atrás ni para tomar impulso”, aunque duela, aunque se nos desgarre un poco el alma, aunque vayamos dejando pedazos en el camino y ya no seamos el mismo que emprendió el viaje.
He renunciado a ti, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al final, ¡cuántas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!
La renuncia
Pero quizás lo más doloroso sea la renuncia a los grandes amores, aunque uno lo haga desde la convicción de que es lo que corresponde, aunque sea el producto de la reflexión serena, uno sabe que muere un poco cuando parte, aunque se trate de un amor eterno, a fin de cuentas, según Sabinas, “los amores que matan nunca mueren”.
Yo he renunciado a un amor así.
Como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.
He renunciado a mi cargo de Profesor Asociado de la Universidad Central de Venezuela luego de 18 años que no es simplemente renunciar a un trabajo sino a una forma de vida, a una convicción, a una manera de ser y ver el mundo. Con la venia del Wynwood Times comparto con ustedes, mis queridos lectores, el contenido de esa renuncia en la que me acompañan los versos del poeta.
Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño…
Rostock, 05 de agosto del 2020
Dra. Cecilia García Arocha
Rectora
Estimada Rectora:
Permítame ante todo reiterarle mi admiración y respeto personal y mi solidaridad en medio de las complejas circunstancias por las cuales transitan la universidad y el país. Escribo desde la esperanza de que vendrá un tiempo mejor para la República, pero también desde la convicción de que hay circunstancias en las cuales llegamos a encrucijadas personales que nos obligan a tomar decisiones que nos duelen. Como sabe desde hace casi tres años me encuentro fuera del país. Este exilio obligado fue motivado por la necesidad de salvaguardar mi seguridad y la de mi hijo. De hecho, el Gobierno Alemán me ha otorgado el estatus de refugiado por razones políticas, luego de un largo y complicado proceso de presentación y comprobación de pruebas y alegatos, con lo cual se hace imposible, al menos por el momento, mi Regreso a la Patria. Desde acá, estando lejos, he visto deteriorarse la realidad nacional. Vivimos un tiempo oscuro para nuestra vida republicana, quizás sea esta la crisis más profunda de nuestra Nación desde la Guerra Federal. He visto desde este exilio el dolor de los que se quedaron allí, las profundas necesidades que confrontan y las dificultades para instaurar la democracia allí donde reina la tiranía. He visto el deterioro de nuestra infraestructura universitaria. El derrumbe del techo del pasillo de ingeniería es una metáfora de la destrucción del país, que de alguna manera sesga el concepto de integración arquitectónica, academia y arte, que sirve de eje central a la obra de Villanueva. Pero he vivido, además, el desarraigo de este destierro forzoso, el dolor de estar lejos, la soledad de una distancia que a ratos luce infinita y que años atrás lucía lejana a los hombres y mujeres de nuestra generación.
Hay, claro, distintas maneras de asumir nuestras responsabilidades cívicas, a algunos les toca mantenerse en sus trincheras y resistir desde allí, a otros nos ha correspondido irnos y tratar, de dar a conocer, desde donde estamos, los contenidos de la realidad que vive nuestro país hoy envuelto en las tinieblas del miedo; atrapado por la maquinaria perversa de una “Revolución” que ha terminado devorándolo todo. He visto a mis colegas solicitar ayuda por rayones médicas, evidencia del deterioro del sistema de previsión de la salud de los universitarios. Muchos viven en la incertidumbre de una Casa sometida al cansancio y al hambre. Es muy doloroso para mí presenciar en la distancia las complejas dificultades que nos habitan, que nos enfrentan a los enemigos externos e internos de esa ciudad sitiada en la que se ha convertido la Universidad.
Digo que esto es doloroso porque la universidad pesa mucho en mi vida personal. He estado ligado a la institución desde siempre, he sido estudiante, profesor, investigador y directivo. Siento un profundo compromiso universitario. Antes que cualquier otra cosa me siento ucevista y lo seré por siempre. He sido y sigo siendo miembro de una institución que es más vieja que la República y desde la cual aquella se ha construido. Creo que a lo largo de los años he demostrado mi compromiso institucional. Hice mi carrera siguiendo al pie de la letra, y dentro de los lapsos correspondientes, lo establecido por los reglamentos. Esto ha sido así desde mis inicios como Profesor Instructor por concurso en el año 2002, hasta mi último ascenso a Profesor Asociado en el 2014. Al amparo de la universidad he publicado, enseñado y administrado sus recursos. Desde allí despedí a mi esposa y vi caminar, por primera vez, a mi hijo. He tenido el privilegio de compartir los sueños de muchos debajo de Las Nubes de Calder en nuestra Gloriosa Aula Magna. Creo haber cumplido con mi deber desde una postura crítica, reflexiva y profundamente académica. Nunca pertenecí a grupos de poder, ni acepté presiones, nunca hipotequé mi autonomía. Por eso es tan difícil ahora tener que presentar ante Ud. y el equipo rectoral, únicas autoridades cuya autoridad de origen se fundamenta en la elección de sus pares y no en la, inconveniente, designación, mi renuncia al cargo de Profesor Asociado y miembro de nuestra comunidad académica. Entiendo que debo separarme de un cargo que estoy imposibilitado de ejercer; entiendo que hay relaciones de las cuales uno debe separarse más temprano que tarde; entiendo que a veces es necesario hacerse a un lado cuando nuestra presencia más que ayudar genera incomodidad en algunos sectores de la institución, y sobre todo luego de haber sido objeto de acoso administrativo en mi propia Facultad y Escuela y ante el silencio administrativo permanente de las instancias antes mencionadas a las diversas solicitudes y aclaratorias interpuestas.
Le reitero las seguridades de mis mayores consideraciones y amistad cívica y personal, junto a mi apoyo crítico a su gestión al frente de la institución. Me permito terminar señalando que la misma deberá ser evaluada desde una comprensión adecuada de las dificultades que enfrenta, me parece lamentable la manera vil como desde los espacios universitarios se le ataca, aun en contra de los principios de respeto académico que se supone debe reinar entre nosotros y sin una consciencia clara de que la falta de unidad de cuerpo se ha convertido en nuestra mayor debilidad. Es claro para mí que la universidad necesita revisarse, dejar a un lado las presiones de los diversos grupos que allí hacen vida, que es necesario un cambio generacional y un proceso de Renovación, así con mayúsculas, de nuestra estructura académica y administrativa. Yo me quedo con esas preocupaciones y con la convicción de que vivimos tiempos oscuros que nos cubren como las sombras que tenemos la responsabilidad de vencer.
Quedo de Ud.
Atentamente,
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Doctor en Ciencias Políticas y escritor.
Columnista en The Wynwood Times:
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