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Entrevista realizada por Rafael Baralt y Richard Rey.

Nació en Barcelona –la de España– y con 20 meses cruzó el Atlántico y vio por primera vez las costas de Venezuela. Su padre era cobrador, su madre costurera y quisieron que el joven Javier se dedicada a la Contaduría al igual que la rama más exitosa de la familia. Pero el arte se manifestó por sus venas desde muy chico. Ha desarrollado una carrera exitosa con múltiples ramas y títulos pero que él decide resumirlos en uno solo: Artista.

Casado con la primera actriz Julie Restifo desde hace 37 años y con una pareja de hijos que han decidido seguir los pasos de sus progenitores, conforman un núcleo  familia donde el histrionismo llena cada rincón de su casa y sin duda es el mejor bálsamo para espantar las sombras que a veces surgen, como en cualquier familia del mundo.

Se trata del primer actor Javier Vidal y en esta entrevista pudimos descubrir a un hombre franco, accesible, sincero y con un  refinado sentido del humor.

“Mi infancia era muy particular porque en casa era como seguir viviendo en Barcelona y cuando salía a la calle era que vivía Venezuela”

RR – Sabemos que naciste en Cataluña (España) y te trajeron de muy niño a Venezuela. Háblanos sobre esa decisión de tus padres y cómo fue la infancia de Javier Vidal en esta tierra.

JV – Efectivamente soy nacido en Barcelona y soy de una familia de “Republicanos” por las cuatro, ocho, dieciséis ramas y al perder la guerra quedó minusvalorada; unos fusilados otros en cárcel, entonces claro, la familia estaba bastante disminuida en el sentido socio-económico.

Y unos tíos comenzaron a tomar fotografías en la Rambla en los tiempos donde las cámaras aún no eran domésticas, no formaban parte de las familias. Pero cuando eso comenzó a cambiar, esa veta comercial de mis tíos comenzó a declinar y es cuando deciden venir a Venezuela. Uno de ellos comenzó a trabajar en cine, en el área de la distribución y el otro en hotelería. Luego uno de ellos regresó a España y comenzó a hablarles a mis padres de este gran país. Finalmente ellos se motivaron. Abordamos el barco Monte Altuve y llegamos el 2 de enero de 1955 cuando yo tenía veinte meses de nacido.

Mi infancia era muy particular porque en casa era como seguir viviendo en Barcelona y cuando salía a la calle era que vivía Venezuela. Claro, era algo que al principio no distinguía pero que luego iba descubriendo, ya sobrepasando la niñez, cuando empiezas a frecuentar las casas de tus amigos y observas que hablan de otras cosas, que comen otras cosas. Incluso, a modo de anécdota, cuando llegó mi padre del centro de Caracas –el 23 de enero– llega a casa y le dice a mi mamá: “Tumbaron al dictador” y mi mamá dijo: ¿Franco?,  “no, el de aquí”, y ella dijo: ¿Aquí hay un dictador? Porque claro, ellos llegaron aquí y no hicieron lo mismo que mis abuelos de meterse en política por todo lo que conllevó ese asunto.

RB – ¿Cómo nació en ti la vocación por las artes escénicas?

JV – Estaba yo caminando por Sabana Grande y en la vitrina de “Bazar Bolívar” –que era una cadena de comercios similar a Beco– vi unos títeres y un teatrino, yo era muy pequeño y le dije a mis padres si se lo podía pedir al Niño Jesús y efectivamente me lo regalaron. Recuerdo que tenía una princesa, un príncipe moro y el diablo y con eso comencé incluso a escribir algunos guiones. En ese entonces vivíamos en la avenida principal de La Carlota, y en el boulevard yo comencé a sacarlo ahí con otros amiguitos y hacíamos funciones. Eso fue el principio. Luego con nueve años me llevaron a Barcelona para conocer al resto de la familia que estaba allá y que ellos conocieran al Javier que había crecido. Y mi tío –hermano de mi padre– no sé si por el hecho de que yo me llevé mi teatrino a España, me compró una entrada para ir a ver “Pasión y muerte de Jesucristo”. Esa fue la primera vez que vi teatro. Vi a Judas que se ahorcó, a Jesucristo que le pegaban latigazos, todo así en vivo. Y eso me impactó mucho y comenzó mi gusto por ir a ver teatro.

Ya de regreso, porque estuve un año en España y como mis padres eran muy liberales me preguntaron si yo quería quedarme, a lo que rápidamente respondí que no, porque la Barcelona de 1963 era la Edad Media (Risas) y más para un niño; entonces ya estando aquí comencé a participar en los actos de fin de curso, pero el impacto definitivo fue cuando vi una obra con Fernando Gómez “Un enemigo del pueblo”, dirigida por Ugo Ulive y es cuando me digo que yo quiero estar ahí.

RB – ¿Es decir, que el teatro te deslumbró?

JV – Así fue. Me deslumbró desde niño. Y yo no soy un actor de academia, no soy como mis hijos, que ellos no tuvieron escapatoria con una madre y un padre actores; en mi caso mi madre era costurera y mi padre cobrador. Yo no estudié teatro. Yo estudié Comunicación Social. Bueno, con esa desorientación con la que sale uno del bachillerato y mis padres que querían que fuese contador, porque mi familia de “exitosos” eran contadores y alguien les dijo que “Javier es muy ordenado” –no sé por dónde vieron eso– (risas), entonces estudié un año de Contaduría pero luego me inscribí en la Universidad Católica, en Comunicación Social porque había una materia que se llamaba “Teatro” y aunque la materia era eminentemente teórica, el profesor Marcos Reyes Andrade nos obligó a leer las ochenta obras de teatro básicas y como a mí me gustaba me las leí todas, incluso algunos compañeros me venían a pedir los resúmenes porque les daba flojera leerlas. Y paralelamente, casi que entrando en la universidad, comencé a escribir crítica teatral –con pseudónimo porque era muy jovencito– para las revistas “Gente joven y Suma”

“Me llamaron del Centro Catalán, yo pensaba que me llamaban para actuar y resulta que querían que me ocupara de la gente joven del teatro –cosa que no entendía porque eran tan jóvenes como yo–“

RR – Dijiste que cuando lo del teatrino, escribías los guiones de las historias que representaban, y ahora nos comentaste que iniciando la carrera universitaria hacías crítica teatral. Se pudiera decir que la primera experiencia artística fue con la escritura. Ahora bien, ¿cuándo fue la primera experiencia ya como actor y como director?

JV – Sí. Ciertamente, así fue. Incluso desde el punto de vista cronológico luego de la dramaturgia vino la dirección antes que la actuación, porque a raíz de mi escritura en las revistas me llamaron del Centro Catalán, yo pensaba que me llamaban para actuar y resulta que querían que me ocupara de la gente joven del teatro –cosa que no entendía porque eran tan jóvenes como yo–, pero el asunto es que los dirigí, aunque debió ser un desastre porque yo lo que tenía era como diecinueve años. Y la primera experiencia como actor fue luego de conocer a Ibrahím Guerra, que me habló de una obra que no conocía en ese entonces, llamada “Los Peces del Acuario” y me decía que había uno de los personajes que estaba hecho para mí, al principio no me animó la idea, especialmente por el hecho de escribir crítica teatral no me parecía que debía ser actor, pero me insistió y al final lo hice. Claro, causó mucha impresión porque como crítico ya había entregado premios “Juana Sujo”, CRITVEN, y el hecho de verme en escena levantó mucho morbo porque yo, joven al fin, escribía sobre algunas obras con muy poco respeto, pues no tenía compromisos con nadie, entonces la gente quería saber qué tenía para mostrar Javier Vidal sobre las tablas.

“Me fue ganando la televisión y comencé a respetar más el trabajo a diferencia de lo fatuo que me pareció en el ‘75. Pero claro, también era la época en que me empecé a encontrar con Chalbaud, con Cabrujas, Fausto Verdial, José Simón Escalona, Ibsen Martínez; es decir, estamos hablando que la televisión tenía para esa época a los mejores.”

RR – Ya pasaste de crítico a actuar en teatro. ¿Cómo llegaste luego a la televisión?

JV – Fue a través de José Gabriel Núñez, que es el autor de “Los peces del Acuario” y quien me enseñó a escuchar a Chabela Vargas (Risas). Él estaba escribiendo unas adaptaciones de novelas clásicas de la literatura para un programa llamado “Gran Viernes” en Venevisión, estamos hablando de 1974-1975 y ahí tuve mi primera experiencia ante las cámaras, pero a decir verdad no me interesó del todo. Esa cosa de esperar, me hacía sentir que perdía mucho tiempo pues ya estaba graduado de la universidad para ese entonces y comienzo a hacer teatro, soy profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, trabajaba en las páginas culturales del diario El Universal, era el director de cultura de la Universidad Simón Bolívar y claro, lo descarté. No tenía el tiempo. Y pasan unos años desde ese 75 al 79 cuando me vuelven a llamar, esta vez de Radio Caracas (RCTV), y yo también de muy mala gana fui, pero eran Pilar Romero y César Bolívar quienes me decían que había un personaje que me quedaba, y fue cuando entré a hacer “Sangre Azul” de Julio César Mármol y luego el mismo Mármol me ofrece el famoso personaje de “Chaquetón” en “Estefanía” y ahí sí me enganchó y paulatinamente fui abandonando varias de mis otras ocupaciones. Me fue ganando la televisión y comencé a respetar más el trabajo a diferencia de lo fatuo que me pareció en el ‘75. Pero claro, también era la época en que me empecé a encontrar con Chalbaud, con Cabrujas, Fausto Verdial, José Simón Escalona, Ibsen Martínez; es decir, estamos hablando que la televisión tenía para esa época a los mejores.

RR – Eres periodista, actor, director, dramaturgo, escritor, profesor, locutor… Si tuvieras que englobar toda la exitosa carrera que has desarrollado en una sola palabra, ¿cuál sería?

JV – Humm! Yo creo que sería fácil poner: Artista. Porque somos comunicadores y el artista lo que hace es comunicar. Y sí, definitivamente es la palabra que engloba perfectamente para no estar repitiendo todos esos títulos como si fuera una especie de cadena de aminoácidos (Risas).

RB – Y de todos esos títulos de la cadena, ¿con cuál te sientes más identificado?

JV – Es que claro, una cosa es cómo me siento yo y otra cómo te percibe el público. Porque la gente me siente como actor. Por ejemplo, uno toma un taxi y el señor que maneja te ve y primero te dice “Usted es artista”, fíjate tú, y luego remata con: “¿Es actor, verdad?”. Sin embargo yo siento que me encuentro bien en la dirección, en esa capacidad de llevar a cabo la arquitectura de la escena. Y aunque trae dolores de cabeza y dudas y desvelos pero me siento –como diría mi hija– en mi zona de confort.  Es distinto a la dramaturgia, porque escribir es muy exigente, mucho más demandante. Primero conseguir la idea y luego plantearse para quién la escribo porque se supone que uno escribe para que exista una caja de resonancia a quien se le escribe.

RB – Ya que tocas este punto, dentro de tu dramaturgia haces énfasis en contar parte de la historia contemporánea de Venezuela a través de varios personajes políticos. ¿Por qué te interesa tocar esos temas?

JV – Creo que me interesa hablar de la Venezuela que estoy viviendo, y como a lo mejor no me atrevo a ser cronista social y político, me voy a la historia; esa a la cual también siento que mi público está un poco despistado. Y eso que estoy hablando de nuestra historia mediata e inmediata. No te estoy hablando del Negro Primero ni de Guaicaipuro, no me he escapado del siglo XX todavía. Porque siento que, no es que la historia se repita sino que hay gente que quiere repetir la historia. Unas veces por ignorancia y otras veces porque bien la conocen y la utilizan para el mal, ¡Por ahora! Por ello cuando en mi teatro toco a Medina, toco a Pérez Jiménez, o a Diógenes, o a Gómez o a Castro; estoy pulsando los puntos álgidos que está viviendo la actual Venezuela en la arista política, en la arista social e incluso a veces en la económica y por supuesto la cultural. Por lo tanto es un teatro en que los invito a entretenerse, pero a la vez los invito a que reflexionen.

Por eso la gente del medio ya denomina a nuestro hogar como el “Ateneo de Prados del Este”

RR – Hablando de la historia inmediata, uno de tus más recientes trabajos como director es “La Sra. Imber”. Tú que conociste de cerca el personaje que fue Sofía Imber, ¿cómo enfrentaste ese reto? ¿Hubo algún choque entre la Sofía que plasmó Diego Arroyo Gil en su libro y tu Sofía?

JV – Diego Arroyo sí me lo dijo, tenía esa duda, porque me comentó justamente que yo tenía mi Sofía, pero yo le dije: Sí, pero voy a respetar la tuya. Porque él había hecho el gran trabajo, pero claro eso en cuanto a la versión que realicé del libro. Pero luego cuando estoy dirigiendo a Julie, que solo había compartido con Sofía en dos ocasiones, comencé a darle algunos tips de mi Sofía. Mira, ella caminaba de esta manera, lo de los dos relojes que usaba. Pero hasta ahí, porque cuando yo manejo una obra de otro autor, soy de los que respeta. En eso soy como una receta de cocina, la leo y la interpreto pero no me pongo a cambiar ingredientes ni medidas.

RB –  Vamos a hablar ahora sobre el plano familiar. Estás casado con una primera actriz como lo es Julie Restifo y tus dos hijos Jan y Josette también han seguido la carrera artística de sus padres. ¿Cómo es el día a día en el hogar de los Vidal-Restifo con tanto histrionismo a flor de piel? (Risas)

JV – Hay ventajas y desventajas porque claro, muchos de los temas que se tratan en casa son sobre teatro y con esto de la “Jota Creativa” (la productora de la familia), estamos todos inmersos siempre en proyectos. Por eso la gente del medio ya denomina a nuestro hogar como el “Ateneo de Prados del Este”, pues tenemos una casa lo suficientemente amplia, y lo que antes era el salón recibidor ahora se ha vuelto un espacio de estudio y ensayo. Y aun así hace unos meses Julie estaba dirigiendo “Le Prenom” y yo tuve que irme a la casa de los suegros para ensayar “Casas Muertas” pues ya no cabíamos. Somos una familia teatral, pero igual con todos los problemas de cualquier familia. Nos peleamos, discutimos, nos reiteramos, siempre surge el “ya lo dijiste, papá” o a veces nos ensimismamos en nuestros propios pensamientos. Y de repente me sorprendo contestando: sí, sí, ya te escuché y Julie que me conoce después de tantos años, me mira y me dice: “no oíste nada”. En fin, como pienso debe ser cualquier familia.

RR – Podemos decir con propiedad que eres un hombre exitoso, tanto en lo profesional como en lo personal. Ahora bien, si existiera esa posibilidad de viajar al pasado y corregir o cambiar algún evento de tu vida, ¿cuál sería?

JV – Bueno, por supuesto la muerte de Marco Antonio Ettedgui, en verdad. Fue un lamentable accidente, y a veces los accidentes tienen ese elemento que hacen que uno cargue con esa sombra. Porque claro, fue en una obra escrita por mí, dirigida por mí. Julie fue quien manipuló el fusil de donde se desprendió la baqueta. Es decir, son cosas que tanto a Julie como a mí, nos cuesta hablar. A Julie por su puesto mucho más y muchas veces no ha querido hacer comentarios, porque aún de buena fe, la gente los mal interpreta o incluso lo manipulan.

 RR – Claro, y la gente muchas veces, por el hecho de tratarse de personajes públicos, se creen con el derecho de hacer juicios de valor sin saber la mitad de la historia. Pero el morbo es más fuerte.

JV – Eso. La morbosidad.

 RB –  ¿Y alguna vez se te ha cruzado la idea de unirte a la diáspora de talentos en busca de una mejor calidad de vida?

JV – No. Julie y yo, no. Los chamos es ya otra cosa. Josette cuando tenía 20 años se fue a Miami y allá decidió arreglar sus papeles y ya a los 21 tenía todo listo y además le salió trabajo en Nickelodeon y luego en Telemundo, total estuvo entre Miami y México por seis años y aunque le fue muy bien, premiada y con buen sueldo, decidió volver porque quiere estar acá. Jan el año pasado dijo que se quería ir a Alemania y bueno, ya él está grandecito y le dije, bueno, váyase a Alemania y por allá estuvo un año entre Alemania y España pero para él le resulta muy difícil por su condición de Asperger y decidió regresar. Pero nosotros, no. Ya tenemos raíces y arrancar un árbol es difícil y más en nuestro caso que ya tenemos una edad y nuestra profesión no es fácil internacionalizarse. Respeto por supuesto la gente que se ha ido, e incluso me estuvieron calentando la oreja para estar al frente de un teatro en Miami, pero no. Aquí yo tengo muchas cosas que hacer y además yo quiero ver el cambio y estar acá para poder sacar la bandera.

RR – Por cierto, ¿cómo ves el futuro del teatro en Venezuela, cuando cada vez hay menos espacios para hacer teatro en el país?

JV – En la actualidad la cosa está mal. Como está mal la economía, la sociedad, la política. Por lo tanto es imposible para el teatro escapar de esa realidad. Ya que tocas el tema de los espacios, eso es algo terrible porque no hay espacios, o los suficientes espacios para una ciudad como la nuestra. Están Trasnocho, BOD, Teatro Chacao, La caja de fósforos, El Urban Cuple, Teatrex. Pero no hay el movimiento cultural que podía haber en los setenta, en los ochenta, e incluso en los 90 y que a partir realmente del “proceso” ha ido disminuyendo. Es decir, ¿dónde están los teatros del centro o del oeste? Cómo es posible que en Catia no haya un verdadero centro cultural. Y esto seguirá así hasta que no cambie la situación política, económica y social, así en ese orden. Que cambien esas diferencias sociales, que ahora son muchísimos más grandes y mucho más trágicas que en la democracia, y solo con esos cambios el teatro volverá a tener ese color dorado como tuvo en los cincuenta o los setenta.

RR –  Ya finalizando, háblanos sobre qué tienes en mente para este 2020, además de “Casas Muertas” que fue el abreboca de la temporada.

JV – Sí. “Casas Muertas” me ha llenado de muchas satisfacciones. Poder volver a hacer un teatro, con tramoya, para decirlo así. Con 15 actores en escena. El poder haberle hecho un guiño a mi maestro Ugo Ulive. En Fin.

Ahora estoy trabajando en una pieza que se llama “Madres”. La cual escribí después de la “La Íntima del Presidente” y la había dejado ahí. Trata sobre una familia disfuncional –bueno, ahora casi todas las familias son disfuncionales, (risas)– que toca la temática LGBTI+ pues hay una joven que tiene tres madres, de ahí el título. La madre biológica, el padre que es un transexual que a la vez se casó con otra mujer. Así que imagínense, ya por todo este mismo hecho la pieza tiene un toque de comedia, pues la disfuncionalidad siempre produce hilaridad. Por ejemplo la chica de pronto dice “mamá” y contestan las tres.

Luego con “Jota Creativa” pensamos reponer el micro “Exilio en New York”  que hizo Jan, pero ahora ya convertido en un monólogo. Josette también propuso una pieza norteamericana que trata sobre la violencia de género. Y luego está un proyecto que tenemos entre manos, nuevamente con Diego Arroyo Gil. Y hasta ahí lo dejo. (Risas).

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Escritor venezolano y editor principal de The Wynwood Times